Ir al contenido principal

Entradas

De qué hablo cuando hablo de jugar...

 Desde que tengo uso de razón, los videojuegos han sido parte de mi vida, cuando tenía de 5 a 7 años toqué por primera un control de la entonces Nintendo Entertaiment System, aquel mando cuadrado con una cruceta y dos botones de acción B y A.  Mi pequeño ser con apenas conciencia de lo que acontecía a su alrededor había quedado impactado por los kilobytes de información que se mostraban en pantalla, en la gran televisión de perilla se reproducían las aventuras de un pequeño fontanero, que por algún motivo tenía que recorrer ocho mundos en busca de su gran amor, una princesa que siempre se encontraba en otro castillo. En ese entonces no lo sabía, pero me había tocado nacer y conocer el segundo gran boom de los videojuegos, ese que permitió que la industria creciera hasta nuestros días, donde los gráficos son cada vez más realistas. A partir de entonces viví grandes momentos frente al televisor, salvando al mundo de un cataclismo, defendiendo al planeta de demonios infernales y guiando a
Entradas recientes

Éxtasis

Entrelazó los dedos con de sus manos con un movimiento que denotaba sutileza. Poco a poco fue deslizando con vehemencia hasta concretar la toma de sus manos. Se enjugó los labios y los acercó lentamente hacia el cuerpo de su compañero, seguía con la mirada los pequeños puntos negros que estaban distribuidos a lo largo de su cuello. Comenzó a contarlos. Llegó hasta el trece, quiso continuar, pero algo se lo impidió:   –   Perdí la cuenta- Dijo ella. Se arregló el pelo con un movimiento sutil de manos y comenzó de nuevo justo como la primera vez; hundió suavemente sus labios en la boca de él, fueron más de 5 segundos, se desprendió, tomo aire y después de arremeter con calma sobre su cuello, le mordió los labios.  Creyó escuchar un pequeño quejido. -       – Lo siento. – murmuró. Los dedos de ambos dejaron de entrelazarse, ella se colocó encima de él y una vez ahí comenzó a desnudarse con una sonrisa de complicidad. Deslizó la blusa por su torso blanquecino y una vez se hubo

CIcatriz.

La casa estaba en silencio, el corredor hecho un desmán. Las paredes desprendían un olor a madera vieja y estaban chamuscadas. Dentro. El humo era denso, había estado despierto todo el tiempo ¿Cómo no pude percatarme que la casa se incendiaba? Me increpé. No, respondí, si me había dado cuenta. Era solo que quería que pasara de este modo. Ahora tenía que salir de aquel lugar. El corazón me palpitaba, los músculos se me tensaron, apenas podía respirar. Las llamas ya alcanzaban la habitación contigua, minutos antes, el vecino del 22 había venido por mí. Gritó con todas sus fuerzas, pero yo no me moví, volvió a gritar y justo cuando había decidido entrar a por mi. Desistió, me estaba mirando a los ojos. Lo que vio le asustó, parecía ser que disfrutaba. Yo estaba sentado en medio del cuarto, las llamas empezaban a consumir la cortina vieja, esa que tenia frutas como decoración. Miraba con estupor las llamas, tenia la cara serena. El vecino bajó, desapareció, yo seguía ahí c

El abuelo.

Desde que tengo uso de razón la muerte siempre me ha parecido fascinante. ¿La vida es el proceso de la muerte? ¿Vivimos para morir?  Preguntas más, preguntas menos.  En los últimos días he estado intentando reflexionar acerca de cómo me siento. Esta vez la muerte es real. Me ha tocado la puerta a un horario imprevisto. Yo la había visto venir, o eso creía. A menudo se sentaba por largo tiempo en el jardín que teníamos a lado. Solía mirar desde ahí a través de la pequeña ventana que tenemos. Estaba ahí, acechaba a hurtadillas. Se tomaba un poco de ese líquido transparente, que asumo, es agua. Nos veía desde lejos. Al parecer era el único que podía verle. Después de levantarme por la mañana corría rápidamente hacia aquella ventanita. Esperaba paciente a que apareciera.  En ocasiones fallaba.  Supongo que no se puede estar desocupada todo el tiempo. Entre las pastillas, el mal humor y los pensamientos diáfanos de muerte que tenía el abuelo, y que mi madre tomaba como un berri

Diez para las diez.

  Eran las 9:40 cuando Rocío salió de la habitación. Llevaba consigo una buena botella de vino, un libro de Markus Zusak y un crucifijo.   Así era ella, de las personas que llevan cosas contradictorias al mismo tiempo. O más bien que en apariencia lo son pero que no tienen absolutamente nada que ver, en alguna ocasión había entrado a un restaurante vegano portando un abrigo de piel. El lugar se volvió loco, la gente cotilleaba a su alrededor, ella tenía sus razones y no era de las personas que van a sitios intentando provocar y poco le importa realmente. Siempre se hacía preguntas en la cabeza ¿De qué trabajan los padres de las iglesias? Solía decirle a su madre cuando tenía poco menos de 8 años de edad. ¿Será que las personas se han puesto a pensar en lo que significan ciertas cosas para otras? Lo dudaba pero no podía evitar hacerse la pregunta a menudo. Sin lugar a dudas era un ejemplar de persona bastante curiosa y atípica para la sociedad en la que vivía. Todo el mundo

Recomendación: Tsuki Ga Kirei

Una amiga mía siempre suele decir que tengo malos gustos, aunque a veces he pensado que realmente solo tengo espectro de gustos bastante amplio, no negaré que en más de una ocasión me han gustado desastres televisivos, anime o libros malos, pero bien siempre me gustan porque termino encontrando algo en ellos, una historia interesante (aunque termine muriendo en el camino), un tratamiento realista o algo que me saque de mi zona de confort.  El día de hoy les haré la recomendación de uno de los animes que he estado viendo en las últimas semanas.  Tsuki Ga Kirei. A comparación de otros animes Tsuki Ga kirei es un anime original dirigido por Seiji Kishi, quién se ha encargado de otras producciones como Assasination Classroom, Persona 4 o  RE: Hamatora. Y que empezó a transmitirse el 6 de abril en la cadena Tokyo MX. Su historia es simple y cliché en muchos aspectos. Se centra en los personajes principales Akane Mizuno y Kotarou Azumi; dos alumnos de tercer año de instituto.

Recomendación: The Witness

Hay veces en la vida en la que algo llega a ti por mera casualidad a pesar de que lo tengas a la vista durante mucho tiempo, como ese libro que tiene años en tu casa pero que por algún motivo no te has atrevido a abrir. Hasta que un buen día, mientras descansas, decides darle una oportunidad a tal objeto  y terminas llevándote gratas sorpresas. Es exactamente lo que me pasó con el documental llamado The Witness. Son las 3 de la mañana y vas rumbo a casa, en tu siempre confiable Fiat rojo. Te aparcas en el estacionamiento frente al edificio de departamentos en el que vives, justo como lo has hecho tantas veces. Existen 30 metros de la puerta de tu coche a la de tu hogar. Bajas del auto y caminas un poco, de la nada alguien corre hacia ti por la espalda y te asesta dos puñaladas. A pesar de las acciones rápidas del atacante puedes sentir en la piel cada milímetro del cuchillo, el dolor intenso y la confusión. Logras gritar con todas tus fuerzas: "¡Ayuda, Ayuda, me han apuña